Una breve entrevista con Mario Escobar:
Pregunta: En Canción de cuna de Auschwitz arrojabas luz sobre el genocidio poco conocido del pueblo gitano durante la Segunda Guerra Mundial y en este caso recuperas una casi desconocida historia de heroísmo de un pueblo entero ¿cómo has llegado hasta estas historias? ¿qué buscas dando voz a los que no la tuvieron?
Respuesta: Ambas historias tienen muchas conexiones entre sí. La primera es que yo no las elegí, en cierto sentido ellas me eligieron a mí. La historia de Canción de cuna al conocer a Miguel Palacios, el presidente de la organización para la memoria del Genocidio Gitano; Los niños de la estrella amarilla, en un viaje organizado por la Comunidad Judía de España, mientras visitábamos varias localidades francesas en donde se había protegido a los judíos. Visité Le Chambon-Sur-Lignon el año pasado para realizar la investigación. Volví a sorprenderme y emocionarme con la historia de esta localidad y la valentía de su gente. Hay millones de historias que nunca verán la luz, que desaparecerán para siempre, pero creo que, para poder entendernos a nosotros mismos, debemos dar voz a aquellos que la guerra, el odio y el racismo se la quitaron.
P.: Un Igual que en tu anterior novela se ve la importancia de la familia, en este caso sobre todo de los hermanos ¿es tan importante para ti?
R.: La familia es corazón de la sociedad. Nos da el afecto que necesitamos para convertirnos en individuos sanos y equilibrados, nos enseña los valores esenciales de la vida y nos ayuda a pasar el testigo. Yo tengo una gran familia, muy unida y que siempre actúa en forma de piña en los grandes problemas de la vida. Imagino que la mayoría de las personas, salvo desgraciadas excepciones, sabe que la familia es el sitio al que siempre se puede regresar.
P.: En Los niños de la estrella amarilla también sale a relucir el colaboracionismo con la ocupación nazi en Francia ¿fue tan importante?
R.: Sin duda el Régimen de Vichy fue una de los capítulos más oscuros de la historia de Francia. Todos los valores republicanos construidos durante 150 años se desmoronaron de repente. El mariscal Petain representó el lado más oscuro de la sociedad. Miles de franceses apoyaron y aplaudieron la ocupación nazi, pero millones se conformaron con sobrevivir mientras miraban a otro lado. El presidente Jacques Chirac en una visita a Le Chambon-Sur-Lignon comentó que aquella pequeña localidad del país había logrado mantener viva el alma de Francia, que mientras la mayoría renunciaba a los derechos del hombre y la libertad, aquellos aldeanos pobres mantuvieron la dignidad de un país que vivía de rodillas.
P.: Sin embargo, recupera una historia de heroísmo desinteresado por parte de toda una localidad liderada por un pastor protestante: André Trocmé. ¿nos puede hablar más de él?
R.: La labor de Le Chambon-Sur-Lignon fue el resultado de un esfuerzo colectivo. El poder de la gente corriente que, indignada ante la injusticia y la maldad, actúa para cambiar la realidad. Cuando años más tarde les preguntaron las razones para su heroísmo, ellos contestaron que no se sentían héroes, que simplemente hicieron lo que había que hacer.
André Trocmé fue en cierto sentido el alma de ese cambio. Aquel destino suponía para él y su esposa Magda una especie de destierro. André era profundamente pacifista y la Iglesia Protestante de Francia no estaba de acuerdo con ese compromiso con la Paz. La familia ya había llevado dos iglesias en el norte de Francia, ayudando en los barrios obreros, por eso la adaptación a la conservadora y cerrada comunidad de Le Chambon-Sur-Lignon no fue fácil. Muchas personas ateas, agnósticas y católicas también ayudaron en la labor de refugiar a niños judíos. También se ayudó a adultos como el futuro matemático Alexandre Grothendieck. El propio Albert Camus pasó una temporada en la zona, donde se cree que escribió su famosa novela La Peste.
P.: Este año se cumplen 500 años de la Reforma protestante de la que André Trocmé era heredero ¿cuál fue su trascendencia para aquella época y para hoy?
R.: La Reforma Protestante tuvo connotaciones negativas como las guerras de religión, pero ayudó al desarrollo de la tolerancia, la democracia y sobre todo la libertad de conciencia. El apoyo al progreso científico, la libre circulación de ideas, las identidades nacionales y unas sociedades más igualitarias, son otros de los aportes del Protestantismo a la modernidad. Hace poco tiempo el autor Arturo Pérez- Reverte comentaba que los españoles nos equivocamos de Dios en el Concilio de Trento, admitiendo que el defendido por los protestantes era más liberador. Muñoz Molina ha alabado el sentido de responsabilidad personal de los protestantes y el gran Miguel de Unamuno se atrevió a decir que su alma era luterana. En la actualidad el mundo sigue necesitando principios como la satisfacción por el trabajo bien hecho, el valor del individuo por encima de las pretensiones del estado y la libertad de conciencia.
P.: ¿Qué van a descubrir los lectores en Los niños de la estrella amarilla?
R.: Puede sonar cursi, pero escribí esta novela con el alma, los judíos dirían con las tripas. Los lectores que quieran descubrir el poder de la inocencia frente al mal, el poder del amor, la lucha infatigable de dos niños en medio de una Europa infernal por reunirse con sus padres, se sentirán emocionados y con la sensación que han penetrado por unos instantes en el misterioso mundo de Jacob y Moisés Stein. Los lectores de Canción de cuna de Auschwitz verán de nuevo en esta nueva historia basada en hechos reales la fuerza de las personas comunes, capaces de cambiar la realidad y aferrarse a la esperanza. Un mensaje pertinente en un mundo en el que el racismo, la xenofobia y el odio al diferente no hace más que crecer.