A veces tenemos una opinión manida y manipulada de la Historia. Es cierto que las mujeres han estado sometidas y doblegadas por el hombre, sobre todo por su papel clave en la maternidad, pero no lo es menos, que una gran parte de los hombres también se vieron sometidos a las arbitrariedades y control de las élites políticas.

Elvira Roca, la historiadora que se ha empeñado en pintar de rosa la Leyenda Negra, en una conferencia sobre Isabel Barreto, en la que por cierto dijo poco y casi nada de ella, afirmaba que las mujeres habían acompañado a los hombres en la Conquista de América. Además comentaba que los anglosajones se han dedicado a afirmar lo contrario. Lo cierto es que por orden de la Reina Isabel en los primeros viajes a América no se podía incluir a mujeres. Esto hizo que los conquistadores se amancebaran con las indígenas de las diferentes partes de América. A partir de 1495 la reina aprobó las uniones con las naturales de las nuevas tierras y por una ley de 1514 comenzó a reconocerse como legales dichas uniones.

El propio Cristóbal Colón confesó que la destrucción del Fuerte de la natividad tras su regreso a España se debió por la obsesión de los españoles con las mujeres, teniendo en ocasiones hasta cuatro amantes, para desesperación de los lainos.

La prohibición de que las mujeres castellanas viajaran a América se prolongó hasta que el emperador Carlos V el 23 de febrero de 1530 prohibió que los casados pudieran ir a América sin sus esposas. El deseo de la corona era el asentamiento definitivo en las nuevas tierras y para ello era imprescindible que se instalasen familias enteras. De hecho, a partir de la segunda mitad del siglo XVI el 70% de los colonos fue hasta el Nuevo Mundo con su familia.

En el siglo XVI de las 43.327 que fueron al Nuevo Continente 10118 eran mujeres, la mitad andaluzas y el resto castellanas y extremeñas.

Entre las primeras mujeres que fueron a América había muchas intrépidas, que nada tienen que envidiar a Juana de Arco o a Leonor de Aquitania.

Una de las españolas más conocidas fue Doña Inés Suarez, amante de Pedro de Valdivia y conquistadora de Chile. Inés fue hasta América en busca de su marido, para no convertirse en una famosa viuda de indias, lo encontró, pero tras su muerte viajó con Pedro de Valdivia a Chile, ayudó a fundar Santiago y ante el ataque de los mapuches, decapitó con sus propias manos a los caciques locales que tenía retenidos y los colocó en picas para asustar a los asaltantes.

Otra de las conquistadoras fue Beatriz Bermúdez de Velasco. Beatriz a la que se conocía como la Belmuda llegó a México con su marido Francisco de Olmos. La mujer ayudó a la conquista de la ciudad de Tenochtitlan. Se cuenta que en una ocasión, cuando los españoles escapaban, se puso enfrente de ellos con una espada en la mano y les obligó a retroceder, para que se enfrentasen a su destino.

Estas mujeres no fueron las únicas, María de Estrada acompañó a su hermano Francisco de Estada a América y se unió a la conquista, convirtiéndose en una valerosa soldado. También Catalina de Bustamante, una extremeña de armas tomar, que viajo con su marido e hijas a la Isla de Santo Domingo. Tras quedarse viuda viajó a Texcoco y fue la primera en dirigir el primer colegio femenino de Nueva España.

En esto meses he tenido la oportunidad de estudiar la vida de Isabel de Barreto, la gallega que se casó con Álvaro de Mendaña y le acompañó en su viaje para la conquista de las Islas Salomón. Isabel tuvo que asumir el mando de la expedición tras la muerte de su esposo, convirtiéndose en la primera mujer gobernadora y almirante. Tras su regreso a América, intentó defender sus derechos de conquista, que el virrey y más tarde el rey Felipe III quería dar al piloto portugués que había ayudado en el viaje.

Isabel de Barreto fue un exponente claro de esas mujeres que supieron defender sus derechos en un siglo difícil para el género femenino. América se forjó con la conquista de hombres valientes, el mestizaje y la lucha, pero las mujeres fueron claves en todo esto. Una vez más, a pesar de que la historia se ha negado a reconocerlo en muchas ocasiones, las españolas ayudaron a configurar la realidad americana actual y sus nombres deben reflejarse más en los libros de historia y en la mente de las nuevas generaciones de estudiantes y docentes. A todas ellas sea este homenaje.