Llevo en el oficio de “escribidor” ya más de dos décadas y me encontrado siempre el rechazo de muchos “escritores” de novela histórica a los temas más femeninos o protagonizados por mujeres. Desde que el ilustre Walter Scott inaugurase el género en el siglo XIX, intentando rescatar las viejas leyendas inglesas y presentarlas al gran público ha llovido mucho, sobre todo en Gran Bretaña. En aquellas primeras historias las mujeres siempre tenían un papel secundario o decorativo, esperando ser salvadas por el héroe de turno. De este cliché se salvaban muy pocas féminas, la mayoría reinas que habían contribuido al engrandecimiento de su reino. Soplan vientos de cambio, en los últimos años han llegado novelas con personajes femeninos muy fuertes. De la Julia de Santiago Posteguillo o la más reciente de Aquitania de Eva García Sáenz de Urturi, que trata sobre la famosa reina Leonor, ambas ganadoras del Premio Planeta. Hasta el último premio Edhasa, reducto de la novela histórica más clásica, la novela La reina en el exilio se llevó el galardón. Robert Graves, uno de los mejores escritores de novela histórica del siglo XX, publicó algunas novelas sobre mujeres como La hija de Homero, pero eran casos anecdóticos.

Las novelas con protagonistas femeninas solían estar clasificadas como novelas para mujeres y despreciadas por escritores masculinos, al igual que el público del mismo sexo. Esto ha provocado que muchas lectoras, siempre hay notables excepciones, se inclinaran por otros géneros o simplemente se abstuvieran de leer el género.

En España, este desfase de novelas con temáticas femeninas, aunque se han publicado títulos como La princesa de Éboli de Almudena de Arteaga o La Beltraneja de la misma autora, para muchos escritores y algunos lectores, se trataba de un subgénero dentro del de novela histórica.

Nunca me ha gustado caminar por senderos transitados, amplio es el camino que lleva a la perdición literaria, caminar por el sendero estrecho siempre es más difícil, pero al final nos conduce a lugares más interesantes.

La reina de Saba es mi particular homenaje a una de esas mujeres olvidadas de la historia. Isabel Barreto fue una mujer gallega que llegó a América con su familia con la esperanza de tener una vida mejor, se casó muy joven con Álvaro de Mendaña, descubridor de las Islas Salomón y viajó con él, para conquistar para el Imperio las ínsulas añoradas por los Sanchos de la historia. Aquella epopeya en la que cuatro naos partieron desde el Perú para colonizar las islas, se asemeja en gran manera a una especie de Mayflower español, aunque sin Acción de Gracias ni declaración política. Un grupo de familias, militares y marineros intentaron establecerse en las Islas Salomón, a un tiro de piedra de Australia y Nueva Guinea, si lo hubieran conseguido, tal vez hoy hablaríamos de una Oceanía española.

Isabel Barreto tuvo que asumir el mando de la expedición y convertirse en gobernadora. Ese giro inesperado del destino la convirtió en la primera mujer almirante del mundo y la primera gobernadora. Nos habla su hazaña de una “raza” de mujeres decididas dispuestas a romper con los usos y discriminaciones que sufrían las mujeres en el siglo XVI. No fue la única, Catalina de Erauso o Inés Suarez también fueron pioneras en aquel Nuevo Mundo que parecía destinado a cambiarlo todo, pero que al final se quedó en agua de borrajas.

La conquista de las Islas Salomón se han tratado en otra ocasiones, como en la obra de Robert Graves en su Las islas de la imprudencia o la más reciente Las islas del poniente de Julio Alejandre Calviño, pero La Reina de Saba se centra en la epopeya personal de Isabel Barreto y su lucha por defender sus derechos sobre las Islas Salomón en una sociedad misógina, pero también es una novela de aventuras, traiciones, pasiones y piratas.

Las novelas históricas no tienen que ser aburridas para ser buenas, Sinuhe, el egipcio de Mika Waltari es una de las más entretenidas novelas históricas de todos los tiempos y es de todo menos aburrida, por no hablar de Memorias de Adriano de Margarite Yourcenar o las novelas fantásticas de Gore Vidal. Por no hablar de los Episodios Nacionales de Don Benito Pérez Galdós, al que no se le dio el Nobel de Literatura por escribir de la gente vulgar y no de los próceres que siempre han escrito la historia.

Disfruto de las batallas, de la épica y la adrenalina de un duelo, pero hay algo en la sutileza y el susurro de muchos personajes, que nos ayudan a ser mejores personas. Muchos odian los modelos y arquetipos, a los héroes y sus hazañas, pero sin ellos seríamos como veleros en medio de la tormenta. Isabel Barreto es de esos personajes que no te dejan huella, que te reconcilian poco con el mundo y te animan a luchar hasta el final. La progesterona es la sustancia precursora de la testosterona y los estrógenos, por ello no podemos negarnos a reconocer, que para enfrentarse al mundo hay que tener dos buenos ovarios para destacar en la casi exclusiva historia masculina del mundo. Doña Isabel Barreto los tuvo y La Reina de Saba es su historia.