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Es muy español el tomarse las cosas a la ligera, tal vez el que seamos el estado más viejo de Europa y uno de los más antiguos del mundo tenga la culpa de esta tendencia a banalizar las cosas. El hastío de la monotonía nos impulsa a cargarnos el país, tal vez para construir uno nuevo. El Régimen del 78 está en crisis está en crisis, es natural que intentemos mejorarlo o cambiarlo por completo, lo malo es cuando lo hacemos a golpe de improvisación y gritando a los cuatro vientos que deseamos un país imposible. No podemos dejar esta vez a nadie en la cuneta. El nuevo país tiene que servirnos a todos y eso significa, que todos estemos un poco apretados e incomodos, pero permanezcamos unidos. Catalanes, castellanos, asturianos y canarios construyendo algo nuevo, pero para ello hay que cambiar algunas costumbres patrias y otras importadas de este siglo XXI, cambalache y febril. Lo primero sería dar valor al país que tenemos, ya les gustaría a muchos de un lado y el otro del mundo vivir en una tierra tan generosa, con un pueblo alegre y crítico. Tenemos algunas instituciones muy sólidas, hemos modernizado a España y podemos afrontar esta nueva etapa con optimismo.
No estoy seguro que Sánchez pueda y le dejen construir ese país, pero tampoco que lo haga Rivera, Rajoy o Iglesias. Lo tendremos que hacer todos, aprendiendo a convivir, a ser mejores personas y mejores ciudadanos.
Durante siglos fuimos el estado más fuerte del mundo, ahora nos toca ser el más unido, el más noble y el mas solidario. No olvidemos que los verdaderos cambios son siempre el resultado de una transformación nacional, no se pueden hacer únicamente haciendo mejores leyes o escribiendo mejores constituciones.
De lo único que estoy seguro es que España persistirá, lleva más de quinientos años haciéndolo, en más difíciles nos las hemos visto y hemos salido victoriosos.